jueves, 22 de noviembre de 2012

Géneros Literarios

Genero Narrativo
El género narrativo o épico es un género literario en el que el autor utiliza un narrador para "contar" una historia, pueden ser sucesos reales o ficticios. Utiliza la prosa en sus formas de narración y descripción.
Los tipos de narraciones son: El cuento, la novela, la epopeya, el mito, la leyenda y la fabula.
Características Narran una historia. Utilizan un narrador. Presencia de personajes. Utiliza la ubicación del tiempo. Relata historias imaginarias o ficticias (sucesos o acontecimientos) Se pueden narrar hechos y acciones según el pre-historiador plasmick fue el primero en definir esto plasmick se basaba en hechos.


Tipos de Narradores:

Se Puede diferenciar entre los siguientes tipos de narradores

  • Autodiegético (personaje narrador): Es el que narra su propia historia, conoce los sucesos parcialmente. Utilizado en primera persona.
  • Intradiegético (narrador testigo): Es un personaje de la historia. Utilizado en primera, segunda o tercera personas para narrar.
  • Extradiegético (narrador omnisciente): Está fuera de la historia, conoce los sucesos detalladamente. Utiliza la tercera persona.
  • Metadiegético: Pertenece a la historia, la narra como si estuviese afuera, pero la cuenta como si estuviera adentro, es decir, existe un plano fantástico y uno real.

Tipos de Personajes

  • Protagonista: Es el eje central de la historia, con base en como giran los hechos que se cuentan.
  • Antagonista: Es el personaje que se opone a las ideas del protagonista.
  • Secundarios: Son comparsas de los personajes principales
  • Incidentales: Su intervención en la historia es limit

Personajes redondos y planos

  • Redondos: Estos evolucionan en el transcurso de la historia siendo más importante y complejo. Se denominan personajes redondos a aquellos que muestran diferentes aspectos de sí mismos, y van modificándose en función de sus experiencias vitales.
  • Planos: Son planos aquellos personajes que siempre se comportan de la misma manera, no evolucionan y nos muestran un único aspecto de sí mismos, por lo que sus actuaciones son siempre previsibles.

Tiempos Narrativos

  • Lineal: Se narran los hechos en un orden normal. Desde principio a fin.
  • Comienzo por el Final.
  • Atemporal: El tiempo de los hechos no tienen un orden lógico.
  • Prospección: Es un salto en la historia hacia el futuro, se narran los hechos que sucederán
  • Retrospección: Es un salto en la historia hacia lo sucedido, se narran los hechos pasados

Ejemplo de Género Literario, Cuento "El Hombre Muerto" Horacio Quiroga:


El hombre y su machete acababan de limpiar la quinta calle del bananal. Faltábanles aún dos calles; pero como en éstas abundaban las chircas y malvas silvestres, la tarea que tenían por delante era muy poca cosa. El hombre echó, en consecuencia, una mirada satisfecha a los arbustos rozados y cruzó el alambrado para tenderse un rato en la gramilla. Mas al bajar el alambre de púa y pasar el cuerpo, su pie izquierdo resbaló sobre un trozo de corteza desprendida del poste, a tiempo que el machete se le escapaba de la mano. Mientras caía, el hombre tuvo la impresión sumamente lejana de no ver el machete de plano en el suelo.
Ya estaba tendido en la gramilla, acostado sobre el lado derecho, tal como él quería. La boca, que acababa de abrírsele en toda su extensión, acababa también de cerrarse. Estaba como hubiera deseado estar, las rodillas dobladas y la mano izquierda sobre el pecho. Sólo que tras el antebrazo, e inmediatamente por debajo del cinto, surgían de su camisa el puño y la mitad de la hoja del machete, pero el resto no se veía.
El hombre intentó mover la cabeza en vano. Echó una mirada de reojo a la empuñadura del machete, húmeda aún del sudor de su mano. Apreció mentalmente la extensión y la trayectoria del machete dentro de su vientre, y adquirió fría, matemática e inexorable, la seguridad de que acababa de llegar al término de su existencia. La muerte. En el transcurso de la vida se piensa muchas veces en que un día, tras años, meses, semanas y días preparatorios, llegaremos a nuestro turno al umbral de la muerte. Es la ley fatal, aceptada y prevista; tanto, que solemos dejarnos llevar placenteramente por la imaginación a ese momento, supremo entre todos, en que lanzamos el último suspiro. Pero entre el instante actual y esa postrera expiración, ¡qué de sueños, trastornos, esperanzas y dramas presumimos en nuestra vida! ¡Qué nos reserva aún esta existencia llena de vigor, antes de su eliminación del escenario humano! Es éste el consuelo, el placer y la razón de nuestras divagaciones mortuorias: ¡Tan lejos está la muerte, y tan imprevisto lo que debemos vivir aún! ¿Aún...?
No han pasado dos segundos: el sol está exactamente a la misma altura; las sombras no han avanzado un milímetro. Bruscamente, acaban de resolverse para el hombre tendido las divagaciones a largo plazo: se está muriendo. Muerto. Puede considerarse muerto en su cómoda postura. Pero el hombre abre los ojos y mira. ¿Qué tiempo ha pasado? ¿Qué cataclismo ha sobrevivido en el mundo? ¿Qué trastorno de la naturaleza trasuda el horrible acontecimiento?
Va a morir. Fría, fatal e ineludiblemente, va a morir.
El hombre resiste -¡es tan imprevisto ese horror!- y piensa: es una pesadilla; ¡esto es! ¿Qué ha cambiado? Nada. Y mira: ¿no es acaso ese el bananal? ¿No viene todas las mañanas a limpiarlo? ¿Quién lo conoce como él? Ve perfectamente el bananal, muy raleado, y las anchas hojas desnudas al sol. Allí están, muy cerca, deshilachadas por el viento. Pero ahora no se mueven... Es la calma del mediodía; pero deben ser las doce. Por entre los bananos, allá arriba, el hombre ve desde el duro suelo el techo rojo de su casa. A la izquierda entrevé el monte y la capuera de canelas. No alcanza a ver más, pero sabe muy bien que a sus espaldas está el camino al puerto nuevo; y que en la dirección de su cabeza, allá abajo, yace en el fondo del valle el Paraná dormido como un lago. Todo, todo exactamente como siempre; el sol de fuego, el aire vibrante y solitario, los bananos inmóviles, el alambrado de postes muy gruesos y altos que pronto tendrá que cambiar...
¡Muerto! ¿pero es posible? ¿no es éste uno de los tantos días en que ha salido al amanecer de su casa con el machete en la mano? ¿No está allí mismo con el machete en la mano? ¿No está allí mismo, a cuatro metros de él, su caballo, su malacara, oliendo parsimoniosamente el alambre de púa? ¡Pero sí! Alguien silba. No puede ver, porque está de espaldas al camino; mas siente resonar en el puentecito los pasos del caballo... Es el muchacho que pasa todas las mañanas hacia el puerto nuevo, a las once y media. Y siempre silbando... Desde el poste descascarado que toca casi con las botas, hasta el cerco vivo de monte que separa el bananal del camino, hay quince metros largos. Lo sabe perfectamente bien, porque él mismo, al levantar el alambrado, midió la distancia. (...)


.Muy cansado, mucho, pero nada más. ¡Cuántas veces, a mediodía como ahora, ha cruzado volviendo a casa ese potrero, que era capuera cuando él llegó, y antes había sido monte virgen! Volvía entonces, muy fatigado también, con su machete pendiente de la mano izquierda, a lentos pasos. Puede aún alejarse con la mente, si quiere; puede si quiere abandonar un instante su cuerpo y ver desde el tejamar por él construido, el trivial paisaje de siempre: el pedregullo volcánico con gramas rígidas; el bananal y su arena roja: el alambrado empequeñecido en la pendiente, que se acoda hacia el camino. Y más lejos aún ver el potrero, obra sola de sus manos. Y al pie de un poste descascarado, echado sobre el costado derecho y las piernas recogidas, exactamente como todos los días, puede verse a él mismo, como un pequeño bulto asoleado sobre la gramilla -descansando, porque está muy cansado.
Pero el caballo rayado de sudor, e inmóvil de cautela ante el esquinado del alambrado, ve también al hombre en el suelo y no se atreve a costear el bananal como desearía. Ante las voces que ya están próximas -¡Piapiá!- vuelve un largo, largo rato las orejas inmóviles al bulto: y tranquilizado al fin, se decide a pasar entre el poste y el hombre tendido que ya ha descansado.



Genero Lírico:

La lírica o género lírico es un Género Literario en el que el autor quiere transmitir sentimientos, emociones o sensaciones respecto a una persona u objeto de inspiración. La expresión habitual del género lírico es el poema. Aunque los textos líricos suelen utilizar como forma de expresión el verso, hay también textos líricos en prosa (prosa poética).


Contexto:

Se llama género lírico porque en la antigua Grecia este género se cantaba, y era acompañado por un instrumento llamado lira. Su forma más habitual es el verso y la primera persona. Comunica las más íntimas vivencias del hombre, lo subjetivo, los estados anímicos.


Historia:

La lírica parece ser la forma más antigua de la poesía. La hallamos en los Cánticos de Moisés y en los Salmos de David, en los antiguos poemas de la India y especialmente en el Rig-Veda(Siglo XV  a.C). Pasan como creadores legendarios del género entre los griegos Orfeo, Lino, Museo y se cuentan entre sus cultivadores históricos Alceo, Simónides, Tirteo, Safo y Anacreonteque lo aplicaron a los asuntos más distintos. Lo llevaron al teatro en los coros de sus tragedias Esquilo, Sófoceles y Eurípides. Píndaro lo llevó a la perfección en sus odas olímpicas y píticas. Entre los romanos sobresalieron en la lírica Horacio y Cátulo. En la Edad Media, inspiró los cantos de los Bardos y Tovadores y excepcionalmente el de algunos Troveros.



Ejemplo de Género Literario Lirico.  "Salva Pantallas" Jorge Drexler:


Tengo tu voz,
tengo tu tos,
oigo tu canto en el mío.

Rumbos paralelos, 
dos anzuelos
en un mismo río.

Vamos al mar,
vamos a dar
cuerda a antiguas vitrolas.

Vamos pedaleando
contra el viento,
detrás de las olas.

Tengo una canción
para mostrarte,
talvez cuando vaya…. 

Tengo tu sonrisa
en un rincón
de mi salvapantallas.

Años atrás
de pronto la casa
se llenó de canciones.

Músicas y versos
que brotaban 
desde tantos rincones.

Vamos al mar,
vamos a dar
guerra con cuatro guitarras.

Vamos pedaleando
contra el tiempo,
soltando amarras.

Brindo por las veces
que perdimos
las mismas batallas.

Tengo tu sonrisa
en un rincón
de mi salvapantallas.